Abril 15, 2024

Pablo Ortúzar: “Es necesario resolver el problema del sistema político, de lo contrario, vamos directo al colapso”

Marcelo Soto

El antropólogo social e investigador de IES acaba de publicar un libro sobre el fin del sueño universitario: endeudados, muchos sin titularse, la promesa del título no se cumplió. “No han habido reformas más ideológicas que el fin a la selección y la gratuidad universitaria”, sostiene.


-En tu libro Sueños de Cartón, describes la progresiva pérdida de valor de los títulos. En 2000 un profesional universitario ganaba casi cinco veces lo que un trabajador no calificado. ¿Por qué se desplomó el sueño universitario?

-El sueño universitario es la gran promesa de movilidad social meritocrática para las clases medias en los 90 y los 2000. Era y es una pieza fundamental en la legitimidad de todo el sistema. No se ha desplomado por completo, pero parece moverse en esa dirección, en la medida en que se descuidó la calidad de la educación básica y media, así como se apostó por el volumen antes que por la calidad en la educación superior.

Todo esto, además, en un contexto de estancamiento económico. Hoy el pregrado, en muchas profesiones, está en vías de banalización, tal como ocurrió antes con el título de enseñanza básica y con el de media. Y esto afecta en particular a los recién llegados a la universidad, que muchas veces lo hacen con muy mala base, a programas de calidad mediocre o mala, con magras perspectivas laborales y cargando enormes expectativas personales y familiares.

-La gratuidad fue la gran causa del movimiento estudiantil. ¿Cuáles fueron sus efectos reales?

-La crítica del movimiento estudiantil -cuyos dirigentes hoy nos gobiernan- al CAE se centraba sólo en la deuda, que sin duda es problemática para muchas familias de clase media, especialmente en la medida en que daña de entrada la capacidad crediticia del endeudado.

Pero esa crítica no decía nada respecto a la masificación desordenada del sistema, que empujaba miles de estudiantes analfabetos funcionales o con serias limitaciones de comprensión de lectura y uso de aritmética básica hacia estudios superiores que asumen esas capacidades en sus estudiantes.

El resultado lógico de la política de gratuidad es, así, nivelar para abajo en las casas de estudio con raigambre popular -estatales y privadas- y devaluar los títulos profesionales especialmente en el segmento que mayores expectativas deposita en ellos.

-¿Planteas que la rabia producida por la frustración de no ver cumplidas las promesas de la educación superior es una de las causas del estallido social?

-En su momento el profesor Manuel Canales (UCH) atisbó esta idea desde sus investigaciones cualitativas. La investigación doctoral de la profesora Loreto Cox (UC), así como ciertos descubrimientos del COES, creo que la confirman. Y la composición que revelan las encuestas de la base de apoyo inamovible del gobierno del Presidente Boric, ese 25 a 30%, apunta en la misma dirección.

Hay un segmento importante de la clase media profesional que se encuentra frustrada, enojada y resentida por la defraudación de la promesa meritocrática, situación que los izquierdiza en la medida en que en vez de culparse a ellos mismos, dirigen su rabia contra el sistema en su conjunto, tal como explica Canales. De ahí la tracción que gana la ideología antimeritocrática que inspira al Frente Amplio, y que terminó demoliendo los liceos de excelencia, entre muchas otras cosas.

 -¿De qué manera relacionas esta tendencia con el ascenso del Frente Amplio y la elección de Boric como presidente?

-En el libro, que es un breve ensayo, especulo respecto al modelo de negocios político del FA anclado en las universidades y alimentado por la frustración estudiantil nacida de la masificación mal llevada y la sobreoferta de títulos.

No digo que ese modelo haya sido deliberadamente diseñado por el FA, pero sí que pueden haber llegado a él debido a la estructura de incentivos políticos y económicos vigentes. Y que por lo mismo es difícil que lo critiquen, cuando su base les sigue exigiendo perdonazos, gratuidad y masificación, al tiempo que su élite está compuesta por dirigentes universitarios y académicos de izquierda, cuya tajada de recursos e influencia crece directamente en la medida en que crezca la matrícula universitaria. ¿Qué incentivo tendrían para matar su gallina de los huevos de oro?

 -¿La gestión de Nicolás Cataldo va en la dirección equivocada?

-Sí, en la medida en que Cataldo no tiene visión alguna respecto a qué hacer para solucionar los problemas en que estamos metidos. Él está administrando las reformas que el FA ya introdujo con Bachelet II y no logra ni tiene permiso para pensar más allá de ellas, por nocivas que se hayan revelado finalmente.

No han habido reformas más ideológicas que el fin a la selección y la gratuidad universitaria, y es una ironía muy típicamente chilena que sea Bachelet ahora la que pretenda advertir a los chilenos sobre los riesgos de la ideología y la demagogia, cuando ella hizo un segundo gobierno basado en un petitorio estudiantil y un puñado de teorías febles pero de moda en los círculos académicos y tuiteros progresistas, como la del “efecto pares”, que resultó una vil patraña.

-En tu libro mencionas una “sobreproducción de élites”.

-Ese concepto viene del libro “Final de partida” de Peter Turchin, recientemente llegado a librerías en Chile y que inspira e informa mi ensayo. Su tesis es que las grandes crisis políticas y sociales tienen dos componentes principales: enmiseración popular -que toma del sociólogo Guy Standing y se refiere a un estado de frustración y angustia existencial- y un exceso de aspirantes a puestos de prestigio, riqueza y poder que no crecen en número al mismo ritmo que esos postulantes.

-¿Se cumplen en Chile esos supuestos planteados por Turchin?

-El tema de la enmiseración ya lo vimos: la frustración de la promesa meritocrática produce sentimientos de desesperación y angustia, y calza bien con el diseño de Standing. Pero arriba también podemos ver una competencia cada vez más brutal por los puestos de influencia, en la medida en que la élite creció durante los 90 y los 2000, y hoy también sufre las consecuencias del estancamiento económico.

La investigación del Núcleo Milenio LM2C2 dirigido por Felipe Balmaceda (UAB) muestra que hay cada vez más titulados entre los segmentos sociales de menor riqueza, pero también que el segmento de mayor riqueza de los titulados se ha visto achatado y extendido. Eso significa que la pelea por los mejores puestos en esa cumbre social se ha vuelto también más intensa.

-¿En qué sentido?

-Titularse de una universidad de élite hace 30 años era como subir el Everest hace 30 años: gloria inmediata. Ahora en cada temporada hay filas y filas de aspirantes a llegar a la cumbre, lo que entorpece para muchos lograr ese cometido. Se produce, entonces, también una frustración de élite, que vuelve a sus miembros más agresivos y dispuestos a saltarse las reglas del juego con tal de lograr lo que quieren.

Esto se relaciona con los múltiples casos de corrupción post crisis subprime, pero también con la avidez política del FA y la actitud de la mayor parte de la izquierda durante el estallido social y el proceso constitucional: las ganas de ir por todo, aún arriesgando la destrucción de todo.

-¿Qué consecuencias tiene este enfrentamiento?

-Esa guerra de élites arriba, por cierto, bloquea atención y recursos a lo que está pasando abajo, haciendo más difícil aún la reforma oportuna. Y esa situación puede extenderse hasta que el orden social completo colapse. Por eso es necesario resolver ahora mismo el problema del sistema político, para reparar en lo posible la línea de transmisión entre sociedad y política. De lo contrario yo creo que vamos directo al colapso.

-¿Así de radical?

-Fue esta convicción la que me llevó a escribir “Sueños de cartón” con mucha celeridad y urgencia, lo que ha derivado en algunas críticas de académicos que querrían un producto más elaborado y terminado.

Pero yo veo que no contamos con tanto tiempo, y que los datos a la vista cuando escribí el libro ya eran suficientes para comprender el tipo y la gravedad del problema en el que estamos metidos. Y, de hecho, toda la investigación que se ha producido o publicado después del libro confirma sus afirmaciones centrales.

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